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La Historia De Cuando Freud Perdió a Su Hija Favorita
En el momento en el que murió la hija predilecta del padre del psicoanálisis, la teoría del duelo cambió por completo. Descubre la historia de cuando Freud perdió a su hija favorita.
Cuando Sophie Freud falleció, su padre Sigmund pasó de ser el psicoanalista más famoso de la historia a ser tan solo un hombre en duelo. En ese momento, le escribió una carta a su colega e íntimo amigo Ludwig Binswanger, explicándole lo sucedido.
“En cierto modo el dolor es una forma de seguir aferrado al amor y, como tal, es mejor no desprenderse del todo de él”
Carta de Sigmund Freud a Ludwig Binswanger.
La muerte de Sophie obligó al psicoanalista a cambiar muchos aspectos de sus teorías sobre el duelo. Fue desde ese momento que tuvo plena conciencia de que ese vacío, ese profundo dolor, no se borraría nunca. Podría debilitarse con el correr del tiempo, pero olvidarse… jamás.
Al mismo tiempo, pudo comprender que no existen refugios donde aliviar el sufrimiento cuando es tan grande. La muerte de un hijo es, sin lugar a dudas, algo desconcertante, inconcebible y desgarrador.
Sophie
Sophie Freud nació el 12 de abril de 1893 y fue la quinta hija de Sigmund y Sophie Halberstad. Casi de inmediato, se volvió la favorita de su progenitor. Esa niña, sin motivo aparente, había ablandado el carácter patriarcal y casi tiránico del padre del psicoanálisis.
Era preciosa, decidida y autosuficiente. Estaba convencida de que siempre hay que ser fiel a los propios ideales y principios. Así lo hizo, hasta el último momento, siguiendo su voluntad más allá de lo que su entorno opinara.
Su Historia de Vida
Sophie se casó joven, a sus 20 años, con Max Halberstadt. Él era fotógrafo y retratista de Hamburgo. Tenía 30 años, no era rico ni distinguido. No tenía demasiada proyección. Sigmund no se opuso a aquella unión, pero era consciente de que su hija podía pasar necesidades. Le hizo prometer a su hija que lo mantendría al tanto de cómo se sentía, de si surgía algún problema o algo le preocupaba.
Sophie cumplió con su promesa, pero ella era feliz. Amaba a Max con toda su alma. Nadie podía augurar, para ese entonces, que la felicidad de la hija favorita de Freud no iba a durar demasiado. Seis años después de su casamiento, falleció.
“Trabajo todo lo que puedo, y estoy agradecido por lo que tengo. Pero la pérdida de un hijo parece ser una lesión grave. Lo que se conoce como duelo probablemente durará mucho tiempo”
Carta de Freud a Ludwig Binswanger
Cinco años antes de que Sophie muriera, nació Ernst Wolfgang. Sigmund se sentía fascinado por el pequeño. Su comunicación epistolar con Karl Abraham, psicoanalista alemán, consistía sobre todo en transmitirle la alegría que le brindaba Ernst:
“Mi nieto es un pequeño y encantador compañero que se ríe de manera atractiva cuando uno le presta atención. Es una criatura decente y valiosa en estos tiempos donde solo crece la bestialidad desatada”
Carta de Freud a Karl Abraham.
La Primera Guerra Mundial estaba presente en Europa y el padre del psicoanálisis fue una de las primeras figuras en alertar sobre aquel accionar y pensamiento tan brutal como desconcertante que estaba germinando incluso en su Viena natal. De todos modos, su círculo familiar no se veía afectado de forma personal en ese momento.
Hasta que Hitler llegó al poder en 1933, su vida era tranquila. Freud seguía trabajando mientras le escribía cartas a Sophie. El 8 de diciembre de 1918 nació Heinz, su segundo nieto. Fue en ese momento cuando su hija le comentó que estaban pasando por períodos económicos muy duros y que la llegada de su segundo hijo era una bendición, pero también un problema.
Freud nunca dudó en brindarle a Sophie la ayuda que necesitaba. También le ofreció varios consejos acerca de cómo cuidarse mediante métodos anticonceptivos de la época. No obstante, pareció no darle resultados. Un año después, su hija estaba embarazada de nuevo.
El Temor De Sophie
Cuando Sophie le escribe a Sigmund que estaba asustada por ese tercer embarazo no deseado, su padre le dijo:
“Si crees que la noticia me tiene muy enfadado o consternado, te equivocas. Acepta este bebé, no te desilusiones. En unos días te llegará el pago de una parte de mis nuevas ediciones.”
En 1920 llegó a Europa la gripe española y Sophie, quien se encontraba muy debilitada por el embarazo, terminó internada en enero de ese mismo año. Falleció a los pocos días, producto de una infección. Cuando murió, Sigmund explicaba lo triste que se sentía por no haber podido encontrar transporte para estar junto a ella en sus últimos días.
“Lo único que pude hacer es ir a su entierro y asumir una pérdida a la que no le encuentro sentido ni explicación”, escribía. Lo más llamativo sucedió nueve años después de la muerte de Sophie. En una de las cartas que le envió a uno de sus colegas y amigos más cercanos, Ludwig Binswanger, le dijo que aún no podía superar la pérdida.
“Sabemos que el dolor agudo que sentimos después de una pérdida seguirá su curso, pero también permanecerá inconsolable y nunca encontraremos un sustituto. No importa lo que suceda, no importa lo que hagamos, el dolor siempre está ahí. Y así es como debería ser. Es la única forma de perpetuar un amor que no queremos abandonar”.
Carta de Sigmund Freud a Ludwig Binswanger.
Sigmund Freud y La Modificación de Sus Teorías
En Cartas a sus hijos, el padre del psicoanálisis lamentaba que la medicina no pudiera disponer de métodos anticonceptivos que funcionaran y lo que él denominaba como la existencia de “una ley necia e inhumana que obligaba a las mujeres a continuar con embarazos no deseados”.
Su duelo por la muerte de su hija duró más de 10 años e hizo que reformulara ese concepto en sus teorías. Concluyó que a la hora de afrontar la pérdida se puede experimentar tanto tristeza como melancolía. Ambos estados son aceptables. El dolor supone un reto compatible con la supervivencia, es ese lazo obstinado que uno se niega a abandonar porque se alza como un modo de seguir aferrado al amor de un ser querido.
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